Púrpura

Vi cuando todo ardió en llamas.

Fuego púrpura por todos lados, muros cayendo y rugidos desde el cielo. Destellos eléctricos que sacudían la tierra a mis pies para llevarnos al cataclismo profetizado.

Lo hice por ti, ¿en dónde estás?

Corro con los ojos llenos de lágrimas, los pulmones pidiendo oxígeno. El humo apenas me permite ver siluetas lejanas, intento alcanzarte, pero no hay nada frente a mí. Vacío absoluto.

¿Tiene algún sentido gritar? ¿Sirve de algo tirarme de rodillas y maldecir el momento en el que te miré?

Eras sublime, belleza extrema que podría llevar a la locura a cualquiera. Eras tú, imponente y letal, brillando como el fuego que te rodeaba, capaz de destruir la psique de quien te mirara. ¿Qué pasaría entonces con quien pudiera amarte? ¿Qué me pasaría si me atreviera a sostener tu mano?

Conozco los límites de mi humanidad, entiendo los límites de cargar con este frágil cuerpo de piel y huesos, comprendo mi tamaño ante la magnitud de lo real, y aún así tuve la dicha de mirarte a los ojos, y a pesar del dolor y la sangre que brotó de los míos, pude sentir algo que va más allá de mi plano de existencia. Una fracción de segundo, un placer destructivo, un sentimiento tan intenso que podía sentirlo desgarrando mis tejidos para destruirme desde el interior.

¿Qué soy yo, al mirarte, si no sólo el deseo de llegar al límite?

¿Qué eres tú, al mirarme, si no el final definitivo de todo lo que existe?

Basta con un movimiento apenas insinuado para que el fuego se expanda y lo destruya todo.

Y si ese es el precio que debo pagar para poder verte una vez más, haré que todo arda para llevarlo a tus pies.

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