En este momento, creo que ya nada importa. En un segundo estaremos muertos.
El tiempo es relativo y parece expandirse cuando la destrucción es inminente. Tengo tiempo para ver la luz, para imaginar el golpe, para girarme hacia ti y tomar tu mano. Y tú tienes tiempo para abrazarme hacia tu pecho y tratar de darle la espalda a la luz, como si eso pudiera protegernos.
Un último viaje, es bueno poder compartirlo contigo.
El auto en el que estamos no puede avanzar, y el que se aproxima no puede frenar. Nosotros no podemos escapar.
Así se acaba, con un golpe en el costado, cristales y sangre.
Impacto en la espalda, en las piernas, en la cabeza…
Ya no sujeto tu mano, pero sigo apoyada en tu pecho. El peso nos empuja y el mundo da vueltas, y mientras todo gira y los cristales nos cortan la piel, por un fugaz momento puedo ver tu rostro.
Fue maravilloso haberte conocido.
Y fue aún más maravilloso haber sido parte de tu vida.
Después no hay nada. Fuego y metal fundido, gasolina, sangre, cristales. Silencio.
Qué gran microrrelato, Iyalli. Qué bien narrado ese terrible último instante y el amor contenido en él.
Me gustaMe gusta