El altar de tus dioses paganos

El altar de tus dioses paganos resplandece con una cálida luz. Incienso y copal, palo santo y romero.

Dices que tus dioses están en todos lados todo el tiempo. Dices que ahora están aquí, cuidando de nosotras.

El suave aroma de la naranja llega hasta mí, al mismo tiempo que apagas las luces. Tu altar ilumina de manera fragmentada toda la habitación. Las sombras se proyectan en los muros, se cortan y se alargan.

Tu rostro queda entre las sombras, y yo me pongo de rodillas aunque no soy creyente.

Trance, ofrenda, ritual. Tus músculos se tensan y se contraen, y tu espalda busca apoyo en uno de los muros.

Tu voz se vuelve un susurro y después se convierte en un grito ahogado. Yo no puedo dejar de rezar ahora que mis labios han probado la miel de tus pecados.

Quizás tus dioses paganos han tomado nuestros cuerpos, y quizás debemos amarnos para comulgar con ellos.

Tus manos se aferran a mi cabello, y guían mis acciones con una suavidad que ordena e impone.

Nunca he sido creyente, dile a tus dioses paganos que me perdonen por mis errores. Ahora entiendo, ahora siento, ahora tu cuerpo se desliza y se recuesta, y me sostiene para proclamarme como una deidad que acaba de nacer.

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